sábado, 26 de mayo de 2007

Sorpresa: la misión

Así es; la misión cambia la vida. Cambia los espacios físicos, los hábitos, la manera de relacionarse con los demás, la imagen de Dios y el modo de dirigirse a Él, el objeto de nuestra oración,... cambia también los programas y la manera de programar.

Por eso, después de todas las buenas intenciones de mantener una correspondencia constante y de teneros informados sobre la misión de Bayenga (nordeste de la República Democrática del Congo), me encuentro delante de la primera carta un poco más larga que consigo escribir.

Hoy estoy en Wamba, acompañando al P. Enrico dos días, que ha recibido la noticia de la muerte de su hermana (también ella misionera de la Consolata). Aprovecho estos días de calma para contaros las primeras impresiones, vivencias e ideas de estos meses transcurridos en Bayenga.

De camino a Bayenga el paisaje es magnífico: a ambos lados de la carretera se levanta una selva imponente y frondosa de colores, sonidos y olores indescriptibles por su exuberancia y variedad.

Es inebriante cuando, en algún instante perdido de calma, uno se detiene a contemplar el infinito juego de luces y colores de los amaneceres y los atardeceres, donde la luz transforma cada matiz, cada rincón y donde todo, aves, animales, plantas, personas…toma vida o bien busca un lugar para reposar.

Las visitas periódicas a las capillas y a los campamentos pigmeos se vuelven espontáneamente canto de alabanza al Creador. Cada paisaje, cada sendero, cada saludo en el camino conducen a Él.

El territorio de la parroquia de Bayenga tiene una extensión de 45x35km cuadrados=1.575km cuadrados y cuenta con unas 17 capillas (alguna está naciendo) y numerosos campamentos pigmeos.

La población de la parroquia, en su mayoría son de la tribu Budu, por lo que, en swahili se llama a los habitantes Wadudu.

El segundo grupo más importante en número son los pigmeos que en Kibudu son llamados Bambuti.

Los wabudu, en general, son agricultores. Cultivan arroz, fríjoles, maíz y sobre todo bananas (makemba) y mandioca, de la cual se pueden comer las hojas y los tubérculos.

En nuestra zona no se comercia mucho con los productos alimenticios. La agricultura es de subsistencia y, a veces, viene muy justa. Se pasa hambre aunque hay terreno para cultivar. Quizás falte la iniciativa o la previsión, puesto que la naturaleza es bastante generosa en frutas silvestres y en animales de caza.
Al no haber comercio, la gente no tiene casi dinero para pagar la escuela ni las medicinas, ni otros servicios… (¡Ya veremos cuando nuestra joven democracia empiece a pedir que se paguen los impuestos…!) así que todo funciona a trompicones.

La Iglesia, desde hace años, tomó como prioridad la educación para que así, poco a poco, pueda entrar otra visión de la realidad y se empiece a soñar con el desarrollo.

“Soñar”: es una de las cosas que me llama la atención aquí. Los jóvenes no tienen sueños no hacen proyectos… Bueno, sí; quizás exista el sueño de la cenicienta, que espera que llegue el príncipe azul y cambie su vida,….pero poco más. Es raro escuchar a algún joven o incluso adulto que piense en clave de proyecto y prepare poco a poco un futuro mejor para su familia o su aldea. Cierto que tantos años de guerra, en los que no se puede recoger lo sembrado, tiran por tierra todos los sueños.

La escuela, por lo tanto, sigue siendo un pilar importante en el método evangelizador de nuestra diócesis y de nuestra parroquia, pues también es necesario que los cristianos sepan leer la palabra de Dios y concretarla en la vida de cada día, con toda su fuerza dinamizadora y transformadora.

Durante los largos años de crisis institucional, la Iglesia ha llevado, junto con los padres de los alumnos, el peso de la educación en el país. Ahora que el Estado comienza a pagar a los enseñantes, esperamos que el nivel de la educación se alce y que todos los niños y jóvenes puedan acceder a ella.

En Bayenga estamos terminando de construir una escuela secundaria, que empezó a funcionar en aulas de fango y cañas. Ahora nos queda quizás el último esfuerzo de hacer los suelos, al menos en cemento, y... más adelante, cuando los medios nos lo permitan, hacer unos cuantos bancos en condiciones,... ventanas... .En fin! El efectivo de alumnos este año ha oscilado entre 180-150. Encontrar profesores cualificados que quieran venir hasta Bayenga para enseñar es otro desafió no indiferente. Pero la Consolata (así se llama la escuela secundaria) hace pequeños milagros que mantienen con vida la esperanza de estas familias.

En ámbito de la salud se puede decir que hay dispensarios en las aldeas más importantes, aunque no están bien fornidos de medicamentos por la dificultad de la población para pagar los precios, por la dificultad de almacenamiento en casas de barro, por la falta de frigorífico que pueda conservar las vacunas...

En Bayenga, centro, el dispensario data del tiempo de la colonia Belga: Es un edificio coqueto, funcional, aunque pequeño y mal conservado (las vigas de madera del techo están casi podridas, la ventanas y puertas así como las camas de hospitalización y los materiales del laboratorio son una sombra de lo que fueron).

Aunque el dispensario es de administración estatal, desde la misión intentamos sostenerlo con la compra de medicamentos en grandes confecciones en la ciudad de Isiro, con lo que al menos en esta aldea, la población encuentra casi siempre los medicamentos más necesarios; siempre genéricos, por supuesto, elaborados en India, Kenya, Sudáfrica o en la misma R.D. del Congo, y a precios bastante módicos.

Aquí agradecemos las ayudas que recibimos para comprar estas medicinas e invitamos a posibles bienhechores a animarse para sostenernos en este campo. La gestión del dinero y de la farmacia se hace en colaboración entre la misión y el Centro de Salud y por el momento funciona bastante bien.

En los últimos meses hemos ayudado a uno de los enfermeros a hacer un curso breve de cirugía y ya lleva unos 4 meses operando hernias, haciendo cesáreas, y otras operaciones sencillas.

Quedan muchas cosas que contar, pero antes de cansaros quiero contaros algo sobre nuestros hermanos Bambuti (pigmeos).
Primeros habitantes de la selva de la cuenca del río Congo, se replegaron al interior de la selva ante la presencia de otros pobladores con costumbres y tradiciones diferentes. Pequeños de estatura y, por tanto, menos fuertes que los pueblos bantúes, fueron y son sometidos por ellos. La relación es de servitud y por eso los Bambuti se esconden y evitan compartir los mismos ambientes que los Bantúes (sean ellos Wabudu o no); incluso en el hospital prefieren dormir y ser hospitalizados en chozas antes que permanecer en el mismo dormitorio con bantúes, pues aun enfermos deberían servirles así como sus familiares que vienen a visitarles.

Se acercan a menudo a la misión para ser curados y atendidos de otra manera, pero mantienen las distancias y, terminada la relación de necesidad, desaparecen discretamente.

A veces los Wabudu obtienen sus servicios (jornadas de duro trabajo talando árboles o labrando una tierra de profundas raíces bajo un sol insoportable) por una botella de vino de palma.

He podido visitar algunos campamentos y la impresión es un tanto triste. Un grupito de chozas que se tienen en pie a duras penas, pocas mamás y unos cuantos niños sucios y desnudos….

Desde hace unos años la Diócesis se esfuerza por atraer a los niños a la escuela, con un programa educativo adaptado a ellos y a su condición de recolectores-cazadores que les lleva al nomadismo.

En todo caso, son un enigma todavía para mí y me siento bastante atraído a conocerlos y acompañarles. Por ahora me encuentro aún en la fase de aprendizaje del swahili y del conocimiento de la realidad, pero se perciben ya los signos de la esperanza y de la vida.

Es admirable y cautivadora la acogida y la sociabilidad de cada persona y de cada familia; encomiable el trabajo realizado, durante años y en silencio, por la Iglesia y cada uno de los misioneros. Es un himno a la vida y al Creador, la lucha cotidiana de cada congoleño, de cada mobudu, de cada mombuti....

Es un milagro, fruto de la nueva humanidad instaurada por Jesucristo, que tantos cristianos del mundo entero se preocupen por estos rincones perdidos de África y se sepan hermanos de cada habitante del Congo y quieran acompañarles.
Gracias a todos y hasta pronto. Vuestro hermano Andrés.